1 Presentación
Reciban todos ustedes un cordial saludo queridos nautas del estupefacientemente inmenso piélago virtual que navegando al timón de su mouse claro han sido llevados por esos misteriosos oleajes que a menudo nos desvían imperceptiblemente del rumbo ya prefijado con la brújula de nuestros intereses, hasta este pequeño rinconcito en el cual anhelo reunir una comunidad de admiradores de Star Trek por consiguiente para dar vida a un extraordinario periplo exploratorio en el interior de esa laberíntica madeja de meandros, vericuetos, recovecos y sendas que componen la fascinante trama serie original.
Como primer acto, imploremos píamente a la celestial Urania que así como acudió con suprema benevolencia a la impetración de Dante cuando rogó el beneficio de su asistencia mientras ascendía hacia la sumidad del monte purgatorio caminando gloriosamente en la suprema versificación del excelso poema que el mundo entero honra y ensalza coronándola de encomios <<y que Urania me ayude con su coro>>[i] expanda suavemente la caricia de un hierático efluvio de mirada bondadosamente auspiciosa también sobre la aurora de esta incipiente empresa
Y habiendo obtenido la gracia de su favor comencemos con alma briosa esta aventura cuya finalidad será, especialmente aunque no únicamente, la de examinar con una mirada agudamente analítica algunos particulares aspectos de esta producción televisiva que, aunque florezcan pululando en una extraordinaria mies de señales radiantes un interesante acopio de informaciones extraordinariamente significativas, hasta ahora no han sido apreciados como la excelente primavera de estimulaciones argumentales que son, sino que han sido relegados en un grisáceo limbo de inexplicable indiferencia donde míseramente yacen, esperando pacientemente sumidos en una inconsolable melancolía, que alguien por fin les dirija esa lupa de agudez indagadora que tanto se merecen y se digne de recibir en el templo de la consideración esa corusca copiosidad lustrosamente suntuosa de valiosos elementos guardados por debajo de la grisea capa de polvorienta desatención que actualmente los ciñe como una triste mortaja de tácita mesticia.
Nosotros por lo tanto seremos sus rescatadores y realizaremos esta tarea compasivamente inspirada a brindarles el luminiscente calor de la pública apreciación sopesándolos con sensata precisión en la báscula de la inteligencia y, vigorosamente asidos a una aplomada racionalidad, manteniéndonos enhiestos en nuestra postura sólidamente inamovibles aunque nos embista ese vertiginoso vórtice de temible desaliento que generalmente interviene a zarandear con sacudidas de desconcierto y vacilaciones tremebundas a la inacabada cohorte los que se disponen a escrutar desde una perspectiva extremadamente inusual y a menudo genial cuanto ya se encuentra colocado en el pedestal de la opinión pública y a devorar a semejanza de una voracísima Caribdis ingentemente inmensa enteras colmenas exuberantes de deleitosos pensamientos críticos de los cuales lamentablemente nunca libaremos su néctar.
Debido a esto, será además forzosamente imprescindible apelar con ahínco al sostén de una ardorosa pertinacia que no nos deje desplomarnos en la seductora cobardía del cómodo conformismo, sino que nos sostenga con la granítica firmeza de una vigorosa valentía que no haga titilar nuestros ánimos de trémulo pavor cuando llegará la hora en la que debamos de proclamar con voz estentórea de robusto coraje las conclusiones alcanzadas, aunque esto comporte hinchar las velas de nuestros razonamientos hacia los brazos de una escandalosa heterodoxia.
Si por lo tanto sienten que una impetuosa ráfaga de entusiasmo sopla en sus corazones para exhortarlos a ser parte de esta hazaña, entonces suban a bordo sin más hesitación y agrupémonos todos juntos hasta formar esta intrépida tripulación rutilante de asombrosa perspicacia y arrojada hacia el ignoto no con la vil mira de embadurnar nuestra dignidad de seres pensantes adoptando una humillante conducta que nos asemejaría a unos loritos encerrados en un bucle de mecánica repetición de todas las informaciones que ya vuelan libres en el anchuroso cielo de lo ya dicho, sino de recorrer con aguda valentía intelectual, aquellas rutas aun bastante yermas de atención con la finalidad de, me repito para beneficio de la claridad, hallar cuantas más centellas de nacarados detalles sobre los cuales, por alguna extraña razón, se ha acumulado una vaporosa calígine de incomprensible desinterés.
Y lo lograremos disponiéndonos además a cumplir esta encomiable hazaña investigativa manteniendo una postura tan serenamente juiciosa y firmemente equilibrada de rechazar cualquier intento de seducción ofuscadora que la patética vanidad de una nimia aspiración ambiciosamente deseosa de libar a toda costa la fútil satisfacción de haber alcanzado quizá que sorprendente logro de insignificante originalidad, podría exhalar para extraviar nuestras mentes e inducirlas a desviarse de nuestro cuerdo cauce y a afluir en la descarriada falacia de una corriente argumental turbulenta escabrosa de disparatadas insensateces.
Confío de hecho y declaro erguido en la heroica sublimidad de una inflexible certeza… ¡Qué todos sus esfuerzos serán inanes! porque no solamente sabremos rechazar con noble bizarría este peligroso canto de sirenas, sino que lo hollaremos con el patricio desprecio de nuestros corazones que galopando como vehementes corceles de júbilo fogoso por la pradera de una gratificante satisfacción, avanzarán como aquellos antiguos paladines que en la dimensión literaria se adentraban con armígera osadía en las inquietantes tramas boscosamente umbrátiles de mágicos peligros, hasta encender unas antorchas de luminiscentes conocimientos en los más recónditos y tortuosos rincones de esta excelsa creación de la cual siempre recordaré con palpitante afecto, como encandilaba mi fantasía con sus extraordinarias aventuras cuando aparecían frente a mis ojos vívidos de fantasiosa imaginación juvenil brotando desde esas pequeñas pantallas televisivas de los años Ochenta.
Pero, pidiéndoles disculpa por mí verbosa prolijidad, siento la necesitad de reiterar nuevamente para evitar futuras controversias, que a pesar de la benevolencia que nutro por esta serie, no me animé a colocar en el desmesurado océano digital este diminuto archipiélago de publicaciones solo porque deseaba desempeñarme en la ridícula tarea de convertirme en un juglar mecánicamente dispensador de estribillos elogiadores.
¡Absolutamente no! Sepan de hecho que jamás estaré dispuesto a ultrajar mi pundonor arrojándolo en la arena movediza de un envilecimiento reprensiblemente humillante como lo sería aunarlos en una expedición exploradora de la galaxia de Star Trek solo para repetir con mecánica inercia mental cuanto ya se ha abundantemente dicho o elevar una enorme pira de escritos en la cual quemar con una débil flama de demencia lánguidamente agitada por un asfixiante estertor de mustia atrofia intelectual enormes cúmulos de incienso en honor del programa y que siempre propenderé a considerar todos los posibles caminos que abra el arado de una profunda reflexión y a seguirlos aunque perfilen el posible aprodo a resultados susceptibles de inquietar las vestales de la rígida admiración…
Si por lo tanto han decidido responder positivamente a mi convocatoria y ya se encuentran cómodamente instalados en esta Enterprise Sin embargo el espacio digital, comencemos a prender los motores que nos sacarán de una buena vez de los procelosos avatares de este problemático escenario terrestre que pincelo entre comillas <<de pálido azul>> no porque fui tocado por un repentino susurro de inspiración pictórica sino para concederme, lo confieso, la oportunidad de poder evocar con nosotros la figura del eximio Carl Sagan Ciertamente
cuyo nombre merece brillar como una veneranda perla de suntuosa remembranza en el lienzo de este preludio matizado de arrobamiento espacial que nos está suavemente desprendiendo de este centro de reclusión planetario definido con mano plumada de sacerdotal sabiduría uránica y una caricia de palabras ensortijadas de ingeniosa videncia cósmica <<mota de polvo suspendida en un rayo de sol>>por este preclaro sabio de los astros destinado además a ser solemnemente recordado el día que realmente convertiremos los anchurosos abismos de los espacios siderales en praderas de estrellas en las cuales flotarán soberbiamente nuestros vehículos entre los de otras formas de vida que algún día tendrán que compartir con nosotros este lácteo manto de grandiosidad galáctica que nos envuelve…
Y ahora, evitando de enredarnos en el vacuo convencionalismos de esas bienvenidas acolchonadas en una inútil ampulosidad de frases perezosamente estereotipadas arrojémonos ya con la proa juvenilmente ardiente de brioso entusiasmo, hacia las abisales profundidades de <<este hermoso universo poblado de estrellas>>

que nos espera en ese encandilador ponto de estrellas en el cual, en una época fabulosamente lejana y cercana a la vez, nuestra Enterprise navegó bajo el mando del intrépido capitán Kirk para cumplir la supuesta misión de <<llegar adonde jamás ha llegado el ser humano>>.
De todos modos, como nos encontramos en la auroral tranquilidad de la etapa inaugural de nuestra aventura y yo no pretendo que este primer paso luzca grande cual el de Armstrong sino que más bien se deslice fluyendo cual tenue derretimiento de una meliflua gota de trémulo arrobamiento extático, me complaceré con ofrecer a su sensibilidad contemplativa una maravillosa ensoñación de secuencias encantadoramente pinceladas de sidéreo embelesamiento y delicadamente acariciadas por un leve velo de melódica sinfonía que tejió con una esmerada pericia de notas y sublime aflato artístico prodigado por la divina Euterpe, el virtuoso romántico noruego Edward Grieg cuya fértil existencia brilló a lo largo de un guion trazado entre dos fechas… 1843-1907
Y ahora amigos míos, con el alma aun encandilada por el nectáreo acopio melifluo de descomunal belleza que acaba de desvanecer dejando sin embargo una estela de impresión sin ninguna duda aun palpitante en el vergel de nuestra emotividad, dirijamos la proa de nuestra valentía exploradora hacia la barrera de un primer argumento que seguramente resultará a muchos de ustedes bastante espinoso en cuanto concierne, presten bien atención, una desconcertante deficiencia de la mismísima Enterprise… ¡Así es!

Lo siento querida Argo de ese fascinante escenario galáctico… Aunque para mí serás siempre la magnífica nave en la cual el fervor de mi fantasía que acababa de entrar en la adolescencia me transportaba para surcar el espacio sidéreo y sumirme en esas aventuras que bien conociste como uno más de los viajeros resguardados en el abrazo metálicamente protector de tu casco, no puedo callar cuan peligroso era viajar por la inmensidad astral lanzados a esas fenomenales velocidades que alcanzabas, considerando la mísera protección que podías asegurarnos cuando…
Y es tan cierto lo que afirmo que me había dado cuenta de tu deficiencia hasta cuando aún me encontraba inmerso en aquella beata época vívidamente férvida de apasionados ensueños juveniles; pero si entonces simplemente la aceptaba imaginando como habría podido salvarme a pesar de tu carencia, ahora en cambio me sentiría sofocar si no lo expusiera públicamente; así que… dejando atrás esta etapa introductoria ¡Rumbo a la siguiente!

[1] Ni puedo olvidar estos versos del excelso Manzoni al cual un sublime aflato ubérrimo de fervor literario concedió el augusto honor de convertirse en uno de los más gloriosos moradores del Parnaso itálico y dictó en su poema Urania este elixir de versos alados <<Urania a su amado / Píndaro las cantó. Por qué de tanto / Dignificó a la diosa el alto poeta y cómo, / diré primero; luego los celestiales acentos / Recordaré, si ella me inspira como amiga>>.
[1] Videncia cósmica y febrilidad de una mente tan ingeniosamente genial de saber aprovechar la ocasión de mirar la Tierra desde el espacio saturnino, para plasmar un contundente documento visual de la irrelevancia de su circunferencia vagante en el espacio. En Un punto azul pálido podemos leer como se le haya ocurrido narrado por él mismo <<El buen funcionamiento de los Voyager sólo estaba garantizado hasta que efectuaran su encuentro con Saturno. Se me ocurrió que podía ser una buena idea que, una vez se hubiera producido, echaran un último vistazo en dirección a la Tierra. Yo sabía que desde Saturno la Tierra se vería demasiado pequeña como para que el Voyager pudiera percibir detalles. Nuestro planeta aparecería como un mero punto de luz, un pixel solitario, apenas distinguible de los otros muchos puntos de luz visibles, planetas cercanos y soles remotos. Pero precisamente por la oscuridad de nuestro mundo puesta así de manifiesto, podía valer la pena disponer de esa imagen.>>. Y así, a partir de ese 14 de febrero de 1990, gracias a Sagan, la que antes era solo un rocío de sabias aseveraciones como estas dos que colocó cuales epígrafe de voces antiguas provenientes de las Meditaciones de Marco Aurelio <<La Tierra entera no es más que un punto, ni el lugar que habitamos más que una insignificante esquina del mismo>> y de la Crónica de los sucesos de Amiano Marcelino <<De acuerdo con las enseñanzas de los astrónomos, la circunferencia de la Tierra, que a nosotros nos parece tan interminable, comparada con la grandiosidad del universo ofrece el aspecto de un mero punto diminuto>>… se convirtió en una imagen con la cual ya no podemos soslayar la toma de consciencia de esta nimiedad nuestra que hasta ese momento había sido solo un lamentoso susurro de pensadores o un dato escrito en libros de escasa divulgaciones… Porque ahora todos la pudimos contemplar en esta foto…

Que tuvo el homenaje de una séquela el 19 de julio de 2013 cuando la sonda Cassini repitió la empresa del Voyager 1 donándonos una análoga…

Y con esto, podría despedirme de esta nota pero, con el fin de honrar mi augusta Patria cuyo valor relució ya con la misión anteriormente mencionada, deseo hospedar también el recuerdo de dos ilustres italianos que gotearon sobre sus versos un destilado de inspiración dirigida a esta turbulenta casa planetaria en la cual estamos condenados a convivir todos juntos y cada año más apretujados. Giovanni Pascoli, el cual termina así una composición lancinada de vibrante dolor <<Y tú, Cielo, desde la altura de los mundos / sereno, infinito, inmortal, / ¡oh! con un llanto de estrellas lo inundas / ¡este opaco átomo del Mal!>> y Dante Alighieri que en la Divina Comedia mira hacia ella viéndola como <<El macizo de flores que nos hace tan feroces>>… Y ambas son muy interesantes porque proyectan significaciones que superan el mero dato cosmológico y podrían desviarnos hacia otros temas más pertinentes a la esfera espiritual; pero como lastimosamente este no es el contesto oportuno para ni siquiera aventurarnos en una pequeña digresión…¡Alejo cualquier tentación!
[1] Es estupenda la manera con la cual concluye su extenso libro… esparciendo la ambrosíaca gota de una profecía presagiada con celestial facultad de vidente intelectual… <<El cosmos se proyecta, a todos los efectos prácticos, para siempre. Tras un breve hiato sedentario, estamos recuperando nuestro antiguo estilo de vida nómada. Nuestros descendientes remotos, instalados bien seguros en muchos mundos del sistema solar y más allá, estarán unidos por una herencia común, por la estimación hacia su planeta y por el conocimiento de que, aunque el universo pueda albergar otra clase de vida, los únicos humanos en toda su extensión proceden de la Tierra. Mirarán hacia arriba y se esforzarán por localizar el punto azul en sus cielos. No por ver su oscuridad y fragilidad lo amarán menos. Se admirarán de cuan vulnerable fue en su día el depositario de todo nuestro potencial, cuan azarosa nuestra infancia, cuan humildes nuestros comienzos, cuántos ríos tuvimos que cruzar antes de encontrar nuestro camino.>>. Y con este pasaje creo que se podría dar por terminado el valioso aporte de Sagan y que por ende debería de despedirme de él… ¿Pero cómo lo haré? De una forma particularmente sentimental que requerirá sin embargo que antes les brinde una breve explicación. En la sección de su libro dedicada a agradecer a todos aquellos que fueron valiosos para la composición del texto escribió <<no tengo palabras para expresar mi gratitud a Ann Druyan, por sus aportaciones críticas y fundamentales contribuciones, tanto en lo que se refiere al contenido como al estilo. En la inmensidad del espacio y del tiempo, me siento feliz de poder disfrutar del privilegio de compartir un mismo planeta y una misma época con Annie.>>… ¿Pero, saben quién era ella? ¡Su esposa! Con la cual, no solamente compartió una vida de intereses y trabajos comunes sino que convirtió el espacio en el grandioso escenario en el cual inmortalizar su historia de amor dejándola viajar más allá de los límites de sus existencias terrenales y de las diminutas dimensiones de este puntito azul. Pero, de este fascinantemente romántico hito de sus vidas, voy a dejar que el relato surja desde la misma fuente de la cual yo también la saboree y de este modo tendré además la oportunidad de agradecer públicamente a Jo Fidgen que fue el autor del artículo del cual voy a presentar a su atención solo una parte pero que podrán leer por completo aventurándose en esta dirección https://www.bbc.com/mundo/noticias-61411910
<<A unos 320 millones de kilómetros de distancia hay dos asteroides en órbita perpetua. Giran alrededor del Sol, y sus órbitas son como dos anillos de boda entrelazados. El primero se llama 2709 Sagan, llamado así por el famoso científico planetario Carl Sagan. El otro es 4970 Druyan, llamado así por su esposa y colaboradora Ann Druyan. La pareja se enamoró mientras trabajaba en un proyecto verdaderamente extraordinario: hacer un disco recopilatorio para extraterrestres, patrocinado por la NASA, que sigue viajando a través del espacio a bordo de dos sondas espaciales robóticas. En ese disco hay un mensaje especial sobre la experiencia de estar enamorado. Si los extraterrestres alguna vez se apoderan de él y descubren cómo descifrarlo, será el amor de Ann por Carl lo que pasará a la historia como el prototipo.>>… ¿Qué más decir? ¡Nada! solo desearles, para cuando volverán a estar juntos, una inmersión de felicidad amorosa larga cuanto los pálpitos de las estrellas…

[1] Aunque este sea un blog dedicado a la serie original de Star Trek probablemente muchos de ustedes podrán haber quedado sorprendido con esta cita, pero les voy a confesar que quise fuertemente recordar al teniente Riley, porque creo que habría podido ser un elemento valioso si solo lo hubieran dejado participar en más episodios en lugar de excluirlos del elenco después de dos apenas y que fueron Horas desesperadas y La conciencia del rey.